AIQS NEWS 85 (CAST)
¿QUÉ PUEDE PASAR CUANDO ESTUDIAS CONTAMINACIÓN FLUVIAL EN UNA ZONA DE GUERRA? (BASORA, IRAK) Tal como dije al inicio de esta serie de relatos, todo lo que se explica aquí es real. A finales de 1983 invitaron al jefe de mi grupo de investigación, el Prof. Joan Albaigés, a presentar los resultados de unos estudios que hacíamos sobre los sedimentos del río Xatt al-Arab en un congreso sobre contaminación marina en la zona del Golfo Arábigo organizado en Bashra (Irak). Unos colegas del país nos habían enviado muestras de sus sedimentos. La composición de hidrocarburos era muy sorprendente, con predominio de n-alcanos de longitud de cadena parejo. El Prof. Albaigés no podía ir a la reunión y me propuso que fuera yo. El congreso se había organizado bajo el paraguas de las Naciones Unidas antes de que estallara el conflicto bélico. En aquellas fechas había una guerra entre Irán e Irak, y los ejércitos de este segundo país iban de retroceso, a pesar del apoyo internacional. Yo dudaba si asistir o no, y mi decisión dependía de la ubicación de Bashra. En aquellos tiempos no había teléfonos móviles, tabletas ni ordenadores portátiles. El acceso a la información era mucho más restringido que ahora. No encontraba el lugar en los mapas donde miraba (escritos en castellano). Pensaba que sería una barriada de Bagdad. Aun así, la capital estaba a unos 200 km de la frontera, cosa que me parecía un poco cerca de posibles peligros militares. Antes de marchar, llamé a la embajada de Irak en Madrid para preguntar cómo podía ir a Bashra. Me dijeron que tenía que volar a Bagdad y que una vez allí, me vendrían a buscar. Esto aumentó mi convicción de que el lugar tenía que ser una barriada de Bagdad. Cómo estaba previsto, en Enero de 1984 volé a París, donde me encontré con un investigador francés experto en medio ambiente marino que ya conocía, Alain Saliot. Allí cogimos un vuelo directo a Bagdad. Una primera sorpresa fue que a la hora de subir al avión nos encontramos en tierra todas las maletas facturadas. Había que identificar la maleta propia en el momento de subir la escalera del avión para embarcarla. Llegamos a Bagdad sobre las doce de la noche. En el aeropuerto nos encontramos con algunos otros investigadores no iraquíes: un inglés, dos noruegos, un sueco, un egipcio y un sudanés. Una persona que nos vino a recibir nos dijo que nos llevaban directos a Bashra, porque no merecía la pena hacer noche en Bagdad. Tal como lo explicaron, parecía que sería un viaje corto en coche. Pero duró toda la noche por el desierto. Íbamos en dos coches, cada uno conducido por un chófer iraquí que solo hablaba árabe. La autopista estaba preparada para que pudieran aterrizar aviones. Esto quiere decir que no había ninguna separación física entre los dos sentidos de la marcha. Cada sentido tenía dos carriles, pero el de más a la derecha estaba lleno de hoyos, seguramente por culpa de camiones pesados o tanques que habían circulado. Por lo tanto, los coches siempre iban por el carril de avanzar, el de su izquierda. Como no había separación en el centro y era por la noche, de vez en cuando algún coche se equivocaba e iba en dirección contraria. Entonces se veía como nuestro chófer hacía luces desesperadamente para avisar a quién venía en sentido contrario de que se estaba equivocando. Sobre las tres de la madrugada el chófer nos dijo que nos teníamos que parar a comer. Los dos coches se pararon cerca de unos quioscos de madera. No había desagüe, las aguas de los lavabos salían por debajo del suelo del quiosco. Esto hacía que se notara un olor no demasiado agradable. Fuimos todos. Nos sacaron carne a la brasa en brochetas, 36 AIQS News 85
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