AIQS NEWS 85 (CAST)
una especie de ajos tiernos, una preparación de queso y algunas cosas más. Para beber, una jarra de agua y un solo vaso para todo el mundo. Todos mirábamos la jarra y el vaso sin hacer nada (la jarra era de plástico y por fuera tenía algunas manchas). El colega egipcio rio y cogió el vaso y bebió. El vaso pasó de uno al otro, pero los occidentales no probamos el agua. Yo comí algunas brochetas pensando que, como habían pasado por las brasas, debían de estar desinfectadas. Llegamos a Bashra y nos dejaron en un gran hotel, el Sheraton. Al hacer el registro, nos dieron un mapa de la zona y vi que estaba en Basora, es decir a unos 10 km de la frontera con Irán. Los días siguientes fui preguntando donde estaba el frente; al principio no lo querían decir, pero a base de preguntas averigüé que estaba a 9 km. Cada día se oían cañonazos; no todo el rato, sino unas cuántos esporádicamente. Los cañonazos eran como truenos pero no había ninguna tormenta. Obviamente, al sentir los cañonazos tenías que pensar que respondían de tu lado hacia el otro. En el hotel, en todas partes, había normas sobre que tenías que hacer en caso de incendio, donde tenías que ir, etc. Aunquepuedeparecer que lagente tendría que estar asustada, todo el mundo iba y venía cómo si no pasara nada. Nadie, excepto los extranjeros, comentaba nada de los cañonazos. De hecho, una vez que yo y Alain dentro de un coche bromeábamos de que habíamos sentido los de la mañana, el chófer se giró y nos dijo: “Shhht, aquí nadie habla de la guerra.” Y tenía razón. La única manera de poder vivir allí era ignorarla. Si se empezaba a pensar que en cualquier momento te podía caer una bomba encima, era casi imposible no tener nervios para entrar en un psiquiátrico. Nosotros íbamos y veníamos por todas partes, sin ningún problema. En Basora había muchas tiendas de venta de dátiles. Una tarde incluso nos perdimos Alain y yo. Cuando andábamos por allí, en un momento determinado le pregunté: “¿Quieres decir que por aquí se vuelve al hotel?” Y él me respondió: “¡Si yo te seguía a ti!” Pero ningún problema, preguntando aquí y allá llegamos al hotel. La gente era muy amable. De todas maneras, al estar allí se veía claro que el presidente del país, Saddam Hussein, era un dictador. En todas partes había carteles enormes con su retrato, vestido de calle, de miliciano, de gala, etc. De hecho, la secretaria del congreso, una inglesa casada con un iraquí que vivía allá, estaba enfadadísima con el régimen de los baasistas. Resulta que se quedó embarazada y perdió el hijo en el parto. Ella estaba convencida que era por mala praxis en el hospital y les montó un escándalo. Nos explicó que al cabo de unos días se le presentó en casa un grupo de gente del Partido Baas y le dijo que tenía que volver al hospital a disculparse. Ella se negó indignada porque había la muerte de su hijo por el medio. Le dijeron que su marido tenía un permiso especial para no ir al frente porque era profesor universitario, pero que también era posible que lo movilizaran a una de las zonas con más intensidad de combate abierto. Pues, para salvar el marido, no le quedó más remedio que ir al hospital a disculparse. Mi actuación como científico tuvo una sorpresa. En la sala de conferencias había unas 400-500 personas, muchas de las cuales, por cierto, venían de Kuwait, que estaba a unas dos horas en coche desde Basora. Cuando hacía cinco minutos que había empezado la presentación sobre los hidrocarburos de petróleo en sistemas marinos costeros, con las luces apagadas y las diapositivas en marcha, entraron a la sala unos veinte militares con unas ametralladoras enormes y vinieron hacia donde me encontraba. Me quedé callado mirándolos, derecho con el palo que hacía de puntero. Pensaba: “Ellos tienen ametralladoras y yo un palo.” También pensaba: “¿Qué ha pasado? ¿Han ganado los otros?” —es decir, los iraníes—, “¿ha habido un golpe de estado estilo Tejero? ¿Es normal esto?” Mientras estaba con estos pensamientos, se encendieron las luces y el chairman de la sesión dijo: “Damos la bienvenida al el jefe regional del Partido Socialista Baas.” Entonces el hombre se sentó ante mí, en una hilera de butacas vacía, y cerca de mí quedaron los guardias con las ametralladoras. 37 AIQS News 85 Flaixos Flashes News in Brief
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