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ofrecido un puesto de trabajo en una
industria cerámica. Al poco tiempo
de llegar encontré un puesto en
Firestone, donde estuve dos años,
y posteriormente trabajé como
visitador médico durante un año.
Allí aprendí el arte de la venta. Tres
veces salí con una barca de madera,
por el río Orinoco, repleta de cajas
de muestras y de whisky para los
médicos; eran grandes médicos que,
en su día, tuvieron un problema en
su país de origen y estaban en la
selva de Venezuela. Luego pasé a
trabajar como responsable de ventas
para Industrial Kern, la empresa del
austríaco Heinz Kern, y llegué a ser
subgerente. Fue entonces, con poco
más de 22 años y una cartera de
clientes consolidada, cuando decidí
convencerle para llevar la empresa a
España y hacerla crecer.
Siendo gallego, ¿por qué eligió
Barcelona?
El señor Kern quería instalarse
en Madrid, puesto que no conocía
Barcelona, pero yo soy una persona
de mar, y encima descubrí que en
Catalunya había más industria que
en la capital. Así que, sin dudarlo, en
el año 1962 nos instalábamos aquí.
¿Cómo ha evolucionado la compañía
desde entonces?
Si no creces, no hay futuro. El
crecimiento es una obligación. Y
ese crecimiento a mí me absorbía.
Trabajaba muchísimo, viajaba el
70% de mi tiempo y vivía tan solo de
mi sueldo, ya que reinvertía todos
los beneficios en la compañía. No
me interesaba nada el divertimento.