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de montaña, esquí... De pequeño
había visto, en la colección de
libros de mi hermano mayor
Tesoros de la Juventud
, los boy
scouts ingleses, y siempre tuve
el deseo de convertirme en uno
de ellos. Durante aquellos años,
hicimos senderismo, escalada,
espeleología..., y recorrimos
toda Cataluña, desde la plana del
cigró del Tibidabo, Rocaplana y
Montserrat, hasta hacer crestas del
Pirineu.
De todos los deportes de montaña
que ha practicado, ¿con cuál se
queda?
Sin ningún tipo de duda, con el
esquí. Tuve la suerte que, al poco de
salir del Químico y vivir la primera
experiencia laboral, en la empresa
Oxidal, empecé a dar clases de
matemáticas en el internado de
la Molina, una pequeña escuela
de montaña que no debía de tener
más de 40 alumnos. Empecé a
trabajar en verano y, motivado por
el buen ambiente que se respiraba,
decidí quedarme en invierno. Fue
entonces cuando disfruté como
nunca esquiando por las montañas.
Incluso convencí el director del
internado para que me dejara dar
las clases a partir de las cinco
de la tarde. Así los alumnos y yo
podíamos aprovechar para esquiar
durante las horas de luz; fue una
etapa inolvidable. Después tuve
que ir a hacer las milicias en Melilla
donde, nuevamente, el deporte me
acompañó.
¿Qué disciplina practicó, en
Melilla?
Aprendí a montar a caballo, a pesar
de que no de la manera clásica
que se aprende si das clases de
equitación, sino de una manera
más alocada [ríe]. Me tocó hacer la
mili en un regimiento de artillería
de montaña; fui el rey del mambo,
porque era uno de los pocos que
sabía matemáticas. Incluso llegué
a hacer carrera militar y acabé
siendo sargento, pero, al cabo
de dieciocho meses de llegar,
volvía a poner rumbo a Barcelona,
puesto que aquello no era para mí.
Empecé a trabajar en la Escuela
Sant Gregori de Barcelona, dando
clases de física y química, donde
estuve más de diez años. En aquella
época, me hice socio del Club
Natación de Barcelona y del Centro
Excursionista de Cataluña, del cual
todavía formo parte.
¿Supongo que el hecho de que
a su mujer también le gustaran
los deportes de montaña ha sido
un aliciente para continuarlos
practicando?
Sí, Rosa comparte mi pasión por
la montaña. Lo cierto es que nos
complementamos a la perfección
y no hemos entendido nunca el
aburrimiento. Pocos años después
de casarnos, Rosa heredó una