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AIQS

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Notes d’història

Notas de distoria

Historical notes

norteamericano, Ronald Reagan, ordenó

que ningún otro país del subcontinente

cayera en manos de un gobierno de

izquierdas, y, dado que el Salvador

era la siguiente ficha en el dominó

revolucionario, puso el cortafuego para

evitar que el ejemplo salvadoreño se

propagara por toda la América Latina.

Por este motivo la represión y la guerra

civil fueron tan cruentas, en el Salvador.

De los seis jesuitas asesinados, sin duda,

el más conocido era Ignacio Ellacuría,

a pesar de que no podemos olvidar el

trabajo inmenso que hicieron todos a

favor de los pobres, de la justicia social y

de la reconciliación nacional, y otros que

afortunadamente no fueron asesinados

por este motivo. Ellacuría era un filósofo

y teólogo de prestigio, vasco de origen,

que rechazó una detrás la otra las ofertas

atractivas que le hicieron universidades

españolas para dar clases aquí. Sus

colegas españoles le dijeron, en 1969,

cuando hubo acabado la tesis doctoral,

que no se fuera al Salvador, sino que

se quedara en España, donde podría

desplegar mucho mejor su pensamiento

filosófico, dado que el pequeño país

centroamericano no era, ni de lejos,

tierra de grandes intelectuales.

Sin embargo, la filosofía de Ellacuría,

como la de su maestro Xavier Zubiri, se

centraba, precisamente, en el análisis de

la estructura dinámica de la realidad, y,

en un segundo momento, en el análisis

de la inteligencia sentent, la única capaz

de aprender la realidad en cuanto que

realidad. No tenía sentido elegir España

y dejar de lado el Salvador: si a él, hijo

de la obediencia de los jesuitas, le tocaba

vivir en el Salvador, sería allá donde

desplegaría su filosofía, su teología y su

pensamiento político. No se equivocó.

El resultado fue uno de los corpus de

filosofía, de teología y de análisis político

más impresionantes del siglo XX.

Ellacuría escribió mucho sobre la

función social de la universidad:

analizar la realidad para contribuir a

su transformación. Aquí, podríamos

concretar este pensamiento en la

ciencia: la ciencia tiene la función de

conocer la naturaleza, pero ¿con qué

finalidad? Quienes se ven sumergidos

en la investigación están casi siempre

convencidos de la bonanza del

conocimiento científico. Acostumbramos

a escuchar más o menos esto: “Conocer

cada vez mejor la naturaleza sólo puede