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A fondo
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El papa Francisco es consciente de que las relaciones
humanas están seriamente afectadas: guerras,
terrorismo, violencias de todo tipo, etc., y eso lleva
a la humanidad a vivir con miedo y a mirarnos con
recelo los unos a los otros. En este contexto, tuvo la
idea de convocar el Año de la Misericordia, para que los
cristianos recordemos la enseñanza de Jesús que Dios,
el Padre bueno, nos mira con un amor misericordioso
y compasivo y, una vez nos hayamos convertido de
corazón a esta realidad, seremos capaces de hacerlo
llegar a toda persona de buena voluntad.
Por otro lado, este convencimiento del amor
incondicional de nuestro Dios nos llevará a mirar a
los otros con una mirada más comprensiva y más
compasiva, y podremos pasar poco a poco de la
desconfianza a la comprensión e, incluso, al amor. Dice
el papa en la bula de convocatoria de este jubileo:
“La Iglesia tiene la misión de anunciar la misericordia
de Dios, corazón palpitante del Evangelio, que a
través suyo tiene que conseguir la mente y el corazón
de toda persona. La Esposa de Cristo hace suyo el
comportamiento del Hijo de Dios que sale a encontrar a
todo el mundo, sin excluir a nadie. En nuestro tiempo,
en el que la Iglesia está comprometida en la nueva
evangelización, el tema de la misericordia exige ser
propuesto una vez más con nuevo entusiasmo y con
una renovada acción pastoral. Es determinante para
la Iglesia y para la credibilidad de su anuncio que viva
y testimonie en primera persona la misericordia. Su
lenguaje y sus gestos tienen que transmitir misericordia
para penetrar en el corazón de las personas y motivarlas
a reencontrar el camino de vuelta al Padre”.
En este contexto, el papa pensó en la creación de una
figura nueva, el misionero de la misericordia, que le
permita acercarse a las periferias más alejadas de la
Iglesia. En sus propias palabras:
“Durante la Cuaresma de este año santo, tengo la
intención de enviar a los misioneros de la misericordia.
Serán un signo de la solicitud materna de la Iglesia
por el Pueblo de Dios, para que entre en profundidad
en la riqueza de este misterio tan fundamental para
la fe. Serán sacerdotes a los que daré la autoridad de
perdonar también los pecados que están reservados a la
sede apostólica, para que se haga evidente la amplitud
de su misión. Serán, sobre todo, señal viva de cómo
el Padre acoge a todos quienes van en busca de su
perdón. Serán misioneros de la misericordia porque
serán los artífices ante todo el mundo de un encuentro
cargado de humanidad, fuente de liberación, rica de
responsabilidad, para superar los obstáculos y retomar
la vida nueva del bautismo. Se dejarán conducir en su
misión por las palabras del apóstol: «Dios sometió a
todo el mundo a la desobediencia para tener misericordia
de todos». Todos, por lo tanto, sin excluir a nadie, están
llamados a percibir el llamamiento a la misericordia.
Que los misioneros vivan este llamamiento conscientes
de poder fijar la mirada en Jesús, «sumo
sacerdote misericordioso y digno de
fe»”. Para las diócesis catalanas han
sido nominados 23 misioneros, 19
sacerdotes diocesanos y 4 religiosos
(un benedictino de Montserrat, un
sacerdote del Corazón de María, un
sacerdote de la Sagrada Familia y un
jesuita).
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AÑO DE LA MISERICORDIA. MISIONEROS DE LA MISERICORDIA
Lluís Victori, SJ