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Opinió personal
Opinión personal
Personal opinion
de mi juventud... No solo por
ser una gran persona, sino por
cómo enseñaba, lo fácil que era
entenderlo y la motivación que me
inculcó, obligándome a esforzarme
al máximo.
[Imprevisto: mientras hablaba,
alguien se levantó con cara
emocionada: era una chica joven
y bien parecida que me miraba
fijamente; y yo disparé a ciegas y di
en el blanco: ¡era nada menos que
Isabel, la hija de mi ídolo!]
Y entonces me lancé a explicar lo
que siempre guardé en secreto:
Estábamos en un examen de
problemas de Ingeniería Química
al
que
podíamos
llevar
la
documentación que consideráramos
necesaria para resolver los temas
planteados. Dicho material solo
podía manejarlo el interesado. No
lo recuerdo con exactitud, pero creo
que eran cinco problemas, tres de
ellos relativamente asequibles y dos
con un desarrollo más complicado
y largo (recuerdo que por aquel
entonces solo disponíamos de tablas
de logaritmos y regla de cálculo).
Empecé por uno de los fáciles y,
una vez acabado, di una ojeada a
uno de los “huesos” y... ¡sorpresa
sin límites!: ese problema estaba
exactamente en una de mis dos
libretas que tenía encima de la mesa
y, al comprobar el otro, vi que estaba
en mi segunda libreta.
Supongo que los “cerebros del
curso” debieron darse cuenta
del tema, pero me parece que mi
reacción fue única.
Por lo tanto, tenía un problema
acabado, dos en estudio y... ¡los más
difíciles en mis libretas!
Entonces me levanté y sin nada en
las manos me acerqué al Dr. Ribosa y
tímidamente le hice ver la situación
en la que me encontraba. Por su
mirada, enseguida comprendí que
todo ello no era un error, sino un
plan suyo muy premeditado.
A pesar de ello, insistí en plantearle
dosopciones: 1) Copiar en lashojasde
examen los que tenía en las libretas;
2) Entregar las mismas señalando la
situación de los mismos.
Respuesta
inmediata:
“Si
no
tiene nada más que hacer, copie
los problemas, pero procure no
equivocarse. Si tiene algo por acabar,
hágalo y deme las dos libretas junto
con el resto de problemas, pero no
me las dé ahora, sino dentro de un
tiempo prudencial. ¡Ah! No sufra
por sus libretas; se las devolveré en
cuanto verifique sus palabras.”
Escogí esta opción y fui el primero
en abandonar el aula con la mirada
sorprendida de mis compañeros.
Han pasado más de 60 años, pero
nunca olvidaré la mirada cómplice
que me dirigió al salir.
Quedé tan impresionado que decidí
que no podía fallar a la persona
que había depositado en mí su
confianza... y creo que lo conseguí:
para mí fue una gran satisfacción
haber obtenido la calificación de
sobresaliente en las dos parcelas
que dirigía mi héroe: en Ingeniería
Química y en el proyecto de fin de
carrera.
Prof. MASALLES:
Personalmente
me llevó a entender lo que era un
laboratorio de química, con sus
buenos conocimiento del tema y su
humildad en transmitirlos; eso que
los franceses llaman savoir faire.
Su manera de actuar rompía la
monotonía del trabajo manual, de
modo que el tiempo que lo tuvimos
como jefe de laboratorio lo recuerdo
aún con nostalgia después de tantos
años.
No me enteré de su fallecimiento
más que al leer la revista y ello me
llevó a escribir sobre él en estos
mismos términos. No he encontrado
la copia del texto y le agradecería
a Lidia que intente, si es posible,
encontrarlo en la revista AIQS donde
se publicó.
Padre Montagut, SJ:
Finalmente,
aunque con altibajos que acabaron
con signo positivo, quiero recordarlo
en mi iceberg como el ayudante del
Prof. Masalles, quien aprovechó el
cargo para aprender los entresijos de
esta faceta práctica de la química, en
paralelo con nosotros.
En segundo curso (1954), en Semana
Santa y un martes, 13 para más inri,
tuve un grave accidente de esquí de
montaña en el macizo de laMaladeta-
Aneto, que me tuvo ausente del IQS
durante más de veinte días lectivos,
hecho que, según la norma vigente,
nome permitía examinarme en junio.
El padre Montagut, tras una larga
reunión con mi hermano mayor,
consiguió que la directiva de
entonces (padre Salvador Gil y Cía.)
accediese como favor especial a no
aplicarme dicha normativa, lo que
me permitió examinarme en junio.
Salí airoso de la situación y solo dejé
voluntariamente la asignatura de
Cristalografía y, lógicamente, los
días de laboratorio perdidos. Todo
ello lo solventé bastante bien en
otoño de 1957 después de presentar
el proyecto de fin de carrera y
cumplir con los seis meses de oficial
en las Milicias Universitarias.
Estoy seguro de que solo la
intervención del padre Montagut,
que posteriormente fue el último
director jesuita del IQS, hizo posible
que salvase este inesperado escollo
que hubiera retrasado sobremanera
mi inserción al mundo laboral.
Hasta aquí mis recuerdos y anécdotas
de estudiante que nunca olvidaré y
que me ha apetecido compartir con
vosotros.
Ahora, me gustaría exponeros otra
faceta de mi vida que tengo muy
en mente, ya que es la que inicié
hace algo más de 17 años y que
afortunadamente mantengo en la
memoria.
Se trata de la época de jubilado, que
empecé a planear bastantes años
antes de llegar a este punto.