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AIQS
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Supongo que en esa época, a
diferencia de lo que ocurre hoy
en día, usted era uno de los pocos
alumnos extranjeros en la ciudad
de Barcelona.
Sí, de hecho, un compañero
ecuatoriano, llamado Rafael Gay, y
yo éramos los únicos estudiantes
extranjeros de mi curso del IQS,
aunque en otros cursos anteriores
y posteriores al nuestro ya habían
otros tres alumnos extranjeros,
de la India, Bolivia y la República
Dominicana.
¿Qué recuerdos tiene de su época
de estudiante en el IQS?
Mis recuerdos son innumerables
e imborrables, pues mis peores
pilatunas de estudiante las compartí
felizmente con mis compinches de
clase, época maravillosa que aún
atesoro en mi sentimiento.
¿Alguna anécdota que recuerde en
especial?
Jocosamente me recordó mi
compañero Izcué esta anécdota
que había olvidado. En práctica de
laboratorio de química analítica,
el padre Montagut mostraba los
diversos colores de alambre de
platino expuesto a la llama. Y su
pregunta a quienes estaban cerca
fue: ¿Qué catión ven? Yo, que no
estaba en el grupo, contesté a sus
espaldas, “varios”, respuesta que
no fue de su agrado y a la cual aludió
no muy a gusto... ¡Vaya, con este
Molina!
Después de terminar sus estudios
regresó de vuelta a Colombia.
¿Cuáles fueron sus primeros pasos
en el ámbito laboral?
Llegué a Colombia a trabajar en la
empresa de mi padre, fábrica de
grasas y aceites, laboré allí durante
diez años y luego empecé a formar
mi propia compañía, la primera,
enfocada también hacia los aceites,
y la segunda, que actualmente
presido, proyectada a la producción
de microelementos para la
agroindustria.
El presidente de la AIQS, Jaume Árboles coloca la insignia de oro a Eduardo Molina