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AIQS

News

70

Flaixos

Flashes

News in Brief

Aunque tenía asignada la zona azul, me retrasé a la

naranja con mis compañeros Arcadi y Alvar. Me alegro

de haber compartido aquella salida con ellos, bailando

“New York, New York” hacia el punto donde iba empezar

la aventura. Imagino que todos sentíamos lo mismo:

alegría, nervios, excitación, un nudo en el pecho,

felicidad…

Salimos a correr y corríamos libres por las calles de

New York. El Puente Verrazano Narrows se inundó

de corredores que cerraban el tráfico en lo que se ha

convertido en el símbolo más representativo de la

maratón. A la salida del puente nos esperaban dos

millones de neoyorquinos que estaban allí por nosotros.

No pude remediar el acercarme a ellos para saludarles

“chocando” sus manos. Ellos te ofrecían de forma

espontánea caramelos, agua, fruta, geles… Me emocionó

y la emoción no me abandonó en toda la carrera. Cada

kilómetro tenía una sorpresa esperando, bandas de

música, carteles emocionantes, anécdotas, gritos de

ánimo… Las recuerdo todas.

Alvar y yo nos habíamos propuesto ir juntos a ritmo de 5

min/km pero yo me aceleraba demasiado. Él frenaba mi

“efecto gaseosa” hasta ir ajustando el ritmo poco a poco.

Compartimos kilómetro a kilómetro, desde Brooklyn

y acto seguido por Queens. Recuerdo especialmente el

puente Queensboro, que atraviesa el río para llegar a

la isla de Manhattan. Aquí no había público ni ánimos.

Sólo había espacio para corredores y sus pasos. El

único momento de recogimiento. Nos encontramos a

Isaías que nos dijo: “Ahora alucinareis…”. A la salida

del puente se empezó a oír un murmullo creciente que

estalló en una curva llena de gente animando hasta que

te saltan las lágrimas y las piernas recuperan su frescor.

El trayecto tomó entonces rumbo norte por la Primera

Avenida y transcurrió brevemente por el Bronx. En el

kilómetro 30 decidí dejar ir a Alvar que iba más fuerte.

Yo preferí no apretar demasiado y pagar 10 minutos por

unas buenas sensaciones que pudiera recordar.

Retornamos a Manhattan por la Quinta Avenida en

una subida de tres kilómetros suave pero constante

que te deja mal herido. Es el momento que deseas

ver aparecer Central Park y cuando aparece lamentas

que esté llegando el final, pero lo mejor estaba

por llegar en la meta. Al cruzar aquel arco y ver la

alegría de los voluntarios me sentí un héroe. Las

palabras de los voluntarios me rodeaban: “welcome”,

“congratulations”, “good job”, “nice work”… y lo

decían con la alegría del recibimiento de un amigo. Me

dieron la medalla con un chocar de manos y me pusieron

un poncho naranja con un abrazo.

El resto del día fui en una nube. La gente por la calle al

ver mi medalla me saludaba y me felicitaba. Un chico

vino corriendo a felicitarme. Escribiendo esto me vuelvo

a emocionar y me es imposible escribir todo lo que sentí.

Creo que la letra de “New York, New York” expresa lo

que sentimos:

«Empezad a extender la noticia: me voy hoy (a Nueva

York), quiero ser una parte de ello. Mis zapatos de

vagabundo están deseando cruzar su corazón. Quiero

despertar en la ciudad que nunca duerme y sentirme el

rey de la colina, en la cima del éxito. Mis tristezas de

pueblo pequeño se esfuman... Si puedo conseguirlo allí,

lo puedo conseguir en cualquier parte».

¿Qué hacía en la salida de la media maratón de Ripoll?

¿Qué me impulsa a correr?... Volver a sentir lo que siento

desde mi primera carrera en 1985 y que sentí más fuerte

en New York. Sentirme bien conmigo mismo. Sentirme

un héroe para mí… otra vez.