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San Romero de América, con lamirada de Pere Casaldàliga.

Apuntes para una meditación

El día 19 de abril de 1980, Mons.

Rivera y Damas enviaba, desde

la sede del arquebisbado de San

Salvador, la carta que acabamos de

leer. La había escrito sant Romero

a Pere Casaldàliga agradeciéndole

la solidaridad fraternal y eclesial,

tanto ante la brutal destrucción de la

radio del episcopado llevada a cabo

por elementos ligados al gobierno,

unos días antes, como por la carta

que Mons. Romero había enviado al

presidente Carter. Era “un pequeño

detallemás”en lapersecución contra

esta persona –Mons. Romero– y esta

comunidad eclesiástica, unida al

destino del pueblo pobre y oprimido

del Salvador. La había escrito el

mismo 24 de Marzo, día en que, al

poco de las seis de la tarde, Romero

era asesinado.

Mons. Romero confesaba a Pere

Casaldàliga el gran valor que tenía

paraéllaadhesiónfraternatancálida,

en estos momentos de persecución

y fidelidad, de martirio y generosa

valentía y de denuncia al presidente

Carter. Una carta de esperanza y de

certeza de la resurrección.

Nos lo han dicho y repetido de mil

maneras, recordando las palabras

de Mons. Romero: “Si me matan,

resucitaré en el pueblo salvadoreño”.

Nos lo recuerda un fragmento de la

preciosa

Rumba a Mons. Romero

:

“No se cura del espanto – el que a

Monseñor mató:

De la bala nació el santo – que en su

pueblo se quedó”...

“En la Iglesia de los pobres –

Monseñor resucitó”...

Grabadas profundamente al corazón

de Pere Casaldàliga, junto a los

mártires del mismo obispado del

Brasil, de Rutilio Grande y de tantos

otros. En el corazón de Pere, como en

el corazón de las grandes mayorías

salvadoreñas, de la América Central

tan estimada por el obispo Pere, al

corazón de este pueblo empobrecido

y oprimido de la América Latina, al

corazón otras iglesias cristianas de

la América Central Latina –que, por

cierto, han sido invitadas justo en

la celebración de la beatificación de

Mons. Romero, no precisamente por

los organizadores de la ceremonia,

sino por los buenos oficios del

papa Francisco..., según algunas

informaciones de colectivos de base.

Mons. Romero en el corazón de Pere

Casaldàliga, que trae en el corazón el

Salvador, y trae también la América

Central, y este continente con sus

pueblos excluidos y oprimidos que

se van desvelando. Dos hermanos

obispos presentes en el corazón de

tantos pueblos de la Ameríndia y en

el corazón de tantas comunidades

cristianas, y en el corazón de tantas

mujeres y hombres de todas partes.

Y conviene que nos preguntemos: ¿san

Romero de América es nuestro, de los

católicos, o es de todos los cristianos?

¿O es de todos los hombres y mujeres

que viven y sueñan cada día la fatiga

de la lucha por la vida y la esperanza de

mundos nuevos y dignos?

Quiero hacer presente a san Romero de América desde el testigo de otro pastor-mártir de la América Latina que nos

continúa acompañando todavía desde el silencio sufriente y amoroso impuesto por una enfermedad que le va secando

las palabras, pero no el corazón ni el amor ni la esperanza ni la pasión por el Reino de Dios, por el Pueblo y por la Tierra.

Me refiero a Pere Casaldàliga. Con él, con algunos de sus textos de viva memoria y compromiso radical, meditaré sobre

Mons. Romero.

1. Una memoria elocuente: palabras del testigo fiel.