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marcada por las balas de tantas
matanzas, y llegamos a la tumba de san
Romero de América. (...) Arrodillado
ante la tumba, pedí al santo obispo
hermano que me hiciera fiel hasta el
final, libre hasta el final, pastor hasta
el final, pascual hasta el final…”
En el Centro Pastoral Monseñor
Romero Pere mantiene un amplio
diálogo “sobre el paso de Dios por
la América Central”. Y, a petición de
muchos, recita su poema a san Romero,
que escuchan “todos de pie en un
clima conmovido, y rezamos también
todos un padrenuestro y un avemaría a
la Señora de la Liberación”. Recuerda
como Mons. Romero les había pedido
“a todos, me pedía a mí, que fuéramos
pobres para ser libres; que nos
ayudaran, a los obispos, con la verdad;
que nos forzaran a estar más cerca del
pueblo, para ser más fieles al Dios de
Jesucristo...”.
Y antes de ir a hablar con Monseñor
Rivera y Damas aconsejó a los jóvenes:
“Que sean siempre capaces de soñar,
que se acerquen cada día más al
Pueblo y que sigan apasionadamente
a Jesucristo”.
Una visita fraternal, espiritual y
pastoral que se mantiene grabada
en el corazón del obispo Pere y
que vale la pena de contemplar,
porque se grabe también en
nuestro corazón y nuestra mente y
memoria.
3. “Nuestra misión”
Recordamos todavía el texto
central de la carta –testigo
martirial que escribe el arzobispo
de San Salvador al obispo Pere de
Sao Félix do Araguaia:
“Su
cálida
adhesión
anima
considerablemente la fidelidad a
nuestra misión de continuar siendo
expresión de las esperanzas y las
angustias de los pobres, dichosos de
correr como Jesús los mismos riesgos,
por el hecho de identificarnos con las
causas justas de los empobrecidos”.
Y el obispo Pere le confesaba
fraternalmente
en
su
Carta
abierta al hermano Romero, en
el veinticinco aniversario de su
martirio:
“Te recordamos tanto porque te
necesitamos,
Romero,
hermano
ejemplar. Tú nos animas, tú sigues
predicándonos la homilía de la
liberación integral. Tú sigues llamando
“cese la represión” a todas las fuerzas
represivas de la sociedad, a las iglesias,
a las religiones. Tú nos adviertes que
“el que se compromete con los pobres
tiene que recorrer el mismo destino
de los pobres: ser desaparecidos, ser
torturados, ser capturados, aparecer
cadáveres”, y nos recuerdas que,
comprometiéndonos con las causas
de los pobres, no hacemos más que
“predicar el testigo subversivo de
las bienaventuranzas, que lo han
cambiado todo”.
Confiabas –y no te defraudaremos–
que “mientras haya injusticia habrá
cristianos que la denuncien y se pongan
de parte de las víctimas”. Tu sangre,
como pedías, es verdaderamente
“semilla de libertad”.
Tu memoria no es simplemente
nostalgia
ni
una
veneración
sacralitzada que se queda en el
aire del incienso; queremos que
sea, haremos que sea, compromiso
militante, pastoral de liberación...”
(Carta abierta al hermano Romero, a
Cartas marcadas, pág. 320. Ed. Claret.
Barcelona, 2007)
.
“Nuestra misión”, que Romero
siente compartida con Pere
Casaldàliga, es acogida en “la
rebelde
fidelidad”
de
Pere
Casaldàliga:
• “(ser) Expresión de las
esperanzas y angustias de los
pobres”: ¿estamos de acuerdo
que esto forma parte esencial
de nuestro ser Iglesia de Jesús?
• “Dichosos de correr como
Jesús los mismos riesgos, por
el hecho de identificarnos con
las causas justas de los pobres”:
correr el riesgo que corrió Jesús,
el Testigo fiel.
Una fidelidad, pues, a prueba de
amenazas, a prueba de tiempo
y circunstancias, a prueba de
silencios cómplices del ámbito
eclesiástico o del ámbito político,
con el riesgo que esto comporta
y que tanto Romero como
Casaldàliga han vivido en carne
propia de maneras diversas, pero
muy cercanas.